La Orden de la Academia Spence · Libba Bray
Gemma Doyle no es como las demás chicas. Chicas de modales impecables, que sólo hablan cuando se les habla, que son conscientes de su condición, que bailan con gracia y que piensan lo que se espera que piensen. No, Gemma, a sus dieciséis años, es un mundo aparte, a la que envían a la Academia Spence cuando la tragedia se abate sobre su familia. Y es en esa academia donde se desarrolla la capacidad de Gemma para atraer lo sobrenatural; allí entabla amistad con las chicas más poderosas de la escuela y descubre la relación de su recién fallecida madre con un grupo tenebroso e imperecedero llamado la Orden. Es allí donde la aguarda su destino... sólo si Gemma llega a creer en él. La Orden de Spence Academy es uno de esos libros que uno lee acurrucado bajo una manta... un amplio lienzo de faldas susurrantes, sombras que se agitan e imágenes que asustan. Es un retrato vívido de la era victoriana, un período de una moralidad muy estricta y una sensualidad apenas reprimida, cuando se educaba a las niñas para ser las esposas de hombres ricos... Ésta es la historia de una chica que quería otra cosa.
"¿Os explico un cuento? ¿Uno nuevo y terrible? ¿De fantasmas? Había una vez cuatro chicas..."
. La Orden de la Academia Spence es un libro único en su especie. Una historia sobre sueños rotos, almas rotas, verdades rotas, en una realidad victoriana en la que las esperanzas se marchitan ante sonrisas postizas y miradas vacías.
Es un retrato de época que mezcla ilusiones y traiciones, magia negra y realidad. Una historia elaborada con una pluma increíble, melancólica y oscura en la que no puede haber un final feliz.
“Somos todos espejos y sólo existimos para reflejar las imágenes que les gustaría ver de sí mismos. Somos recipientes vacíos que hay que enjuagar para eliminar hasta el último rastro de ambiciones, deseos y opiniones personales, para llenarlos después con el agua tibia de la complacencia cortés.”
Llevo enamorada de esta trilogía desde que en 2006 la leí por primera vez.
Siete años. Era una niña que quedó cautivada por el susurro de una sociedad que intentaba esconder los corazones rotos tras vestidos bonitos y fiestas de etiqueta; quedé con el alma en un puño por el destino que les esperaba a Felicity, Ann, Pippa y Gemma y su inútil esperanza de poder cambiarlo, de construir un mundo mejor para ellas gracias a la magia que les prometían los Reinos. Ahora, siete años después, necesitaba darle una nueva oportunidad, saborear la pluma de la autora bajo un nuevo enfoque.... y puedo afirmar que me ha robado el corazón -
después de haberlo estrujado, pisoteado y arrancado a trizas- incluso más que la primera vez. Su pluma es simplemente maravillosa: aunque no suelo sentirme muy cómoda con libros narrados en presente, Bray logra llegar a mis entrañas con frases cortas y escenas descorazonadoras; imágenes que hacían que me mordiera las uñas, diálogos con los que me dejaba embaucar por las carismáticas personalidades de nuestras cuatro protagonistas.
Tras un trágico accidente, Gemma Doyle es enviada a Spence, un internado británico para señoritas en el que las adiestrarán para ser esposas ejemplares, madres dedicadas y solícitos ejemplos a seguir por una sociedad opresiva y moralista. Pero Libba Bray no se limita a describir con una maestría impecable la cultura de esa época y el aura que la envuelve, si no que ofrece la guinda al pastel incorporando un realismo mágico oscuro y perturbador. Una chispa de esperanza de doble filo.
“Aquí no hay nadie que nos reprima. Nadie que nos diga que lo que pensamos y sentimos está mal. No es que hagamos lo que deseamos. Es que nos está permitido desear.”
Un punto increíblemente maravilloso de esta novela son sus personajes: cada uno de ellos es bondadoso y egoísta, retorcido y amable, soñador y desesperado. Están cargados de defectos, de luces y sombras, y ese es el motivo por el que es tan difícil apreciarlos o sentirse identificados con ellos... porque nos recuerdan como somos cada uno de nosotros, porque no son más que el espejo de la realidad humana, esa realidad caprichosa y voluble, capaz de modificarse con el más mínimo suspiro.
Los personajes de Libba Bray son aterradoramente realistas, con una profundidad y una evolución que he visto en pocas novelas. Y es la primera parte de la trilogía, dónde sólo estamos empezando a paladear una mera introducción, su primera capa.
El ritmo es endiabladamente adictivo: el aura de misterio atrapa al lector desde la primera página, quedando cautivado por el paisaje victoriano, por la crueldad de las muchachas que intentan engañarse con la idea de tener las riendas de su vida, por los secretos que esconden las sombras que persiguen a nuestra protagonista. Cada giro es inesperado y brusco, directo y cohesionado, hasta terminar en un final culminante y desgarrador.
¿Qué más os puedo decir para convenceros de que le deis una oportunidad a esta obra? ¿Para que os dejéis seducir por el murmullo de los secretos que envuelven la Orden, se os ponga el vello de punta por las imágenes que transmite y os dejéis arrastrar atrás en el tiempo?
La orden de la Academia Spence es ese libro que te oprimirá el corazón, te dará ganas de correr y gritar y llorar; un libro con personajes complejos y destrozados, que comparten una amistad tan frágil como su fortaleza. Un libro tan perfecto que
duele. Y que jamás me cansaré de recomendaros.
“¿Qué te da miedo? ¿Qué te pone la carne de gallina te hace sudar las palmas de las manos, te corta el aliento y retiene el aire en tu pecho como una fiera enjaulada? (...) Si escuchas, te contaré la historia de cómo nos encontramos en un mundo donde se forjan los sueños, se elige el destino y la magia es tan real como las señales que dejas con las manos en la nieve. Te contaré cómo abrimos la caja de Pandora de nosotros mismos, catamos la libertad, nos manchamos el alma con sangre y con la posibilidad de elegir, y desatamos el horror en el mundo que destruyó nuestro más querido Orden.”