Quentin está en su último año de instituto, a punto de graduarse, y tiene un vínculo especial con su vecina Margo, de la que siempre ha estado enamorado. A pesar de que cuando eran niños pasaban muchas horas jugando juntos, desde hace tiempo ella apenas le dirige la palabra. Pero todo cambia la noche en que Margo va a buscarlo a su casa y le pide que la acompañe en un «road trip» algo particular: Margo se ha enterado de que su novio la engaña con su mejor amiga y ha planeado una venganza en toda regla que acometerá antes de la salida del sol.
Quentin acepta convertirse en su cómplice, con la esperanza de que esa noche vuelva a unirlos para siempre... Pero las cosas no resultan como él desea: al día siguiente, Margo ha desaparecido sin decir nada a nadie.
El misterio de su desaparición parece no importar demasiado a los padres de Margo: no es la primera vez que se escapa y ya están hartos de las continuas excentricidades de su hija, pero Quentin pronto se da cuenta de que esta vez todo es distinto: Margo ha dejado una serie de pistas encadenadas y pensadas para que solo él pueda descifrarlas...
No obstante, y aunque caí rendida ante la trágica historia protagonizada por Hazel Grace Lancaster y Augustus Waters, siempre he tenido mis reservas con el estilo del autor -con sus protagonistas intelectuales y críticos con la sociedad, las metáforas masticadas y el trasfondo moralista-, reservas que se han visto multiplicadas con Ciudades de Papel. Sí, el tono irónico de sus relatos puede resultar innovador y crítico pero, personalmente, a mí me deja un regusto plástico. Forzado. Irreal.
Con esto no estoy diciendo que no me haya gustado, creo que simplemente este autor no es para mí. He disfrutado algunas partes -la primera noche de Margo y Quentin, el viaje por carretera, la resolución final- pero en general hay demasiados detalles que me han parecido simplemente... ridículos. ¿Colección de Papá Noel negros? ¿la tontería del mal uso de las mayúsculas? Siento que he acompañado a un cúmulo de personajes surrealistas, pedantes, con delirios de intelectuales e inmensamente egoístas. Empezando por la pareja protagonista, dos cabezas huecas a los que era incapaz de imaginar como personas reales.
Empecemos por Quentin Jacobsen, el chico friki y aburrido enamorado de la guapa e inalcanzable chica popular del instituto. Quentin ha creado un ideal en su cabeza, un imposible, pero a medida que avanza la historia me iba irritando más y más: abandona todo por ella, se obsesiona de forma enfermiza y se sumerge en un bucle de auto-compasión exagerado. Sólo le importa Margo, sólo piensa en Margo, nadie puede llegar al nivel de Margo. Por otro lado, ella no es más que una niña mimada, caprichosa y egoísta, incapaz de ver más allá de sí misma. Sí, entiendo que se vea agobiada por esta sociedad prefabricada y demás, pero eso no justifica en ningún momento su comportamiento.
En conclusión, aunque John Green escribe historias adictivas y magnéticas, no es para mí. Siento que leo sus historias a través de un cristal, que me está contando sus reflexiones después de masticarlas como un chicle y adornándolas con miles de guirnaldas. Ciudades de Papel presenta una versión ampliada de los defectos que le vi a Bajo la misma estrella, una metáfora del cigarrillo repetida hasta la saciedad. Por eso, por mucho que a mí no me haya convencido, siento que es un libro que encandilará a los fans del autor.
Gracias a Nube de tinta por el ejemplar.