Como sabréis, tuve el placer de disfrutar de una pequeña escapada en la hermosa costa de Cadaqués, descansando de todos los problemas del día a día zambulléndome en sus aguas cristalinas y más azules de lo que podía haber llegado a imaginar. ¿Qué mejor forma de encontrarse a sí mismo que perdiéndose entre las empinadas callejuelas de este pueblo?
Para los que no lo sepáis, Cadaqués está situado en el punto más oriental de Cataluña. Prácticamente aislado de la comarca debido a su situación geográfica -mar en el este, montañas en el oeste- fue durante mucho tiempo una guarida de pescadores y marineros. Aún hoy en día conserva resquicios de esa época en todas esas barquecillas y navíos que llenan las calas, así como en las rocosas calles de edificios blancos.
Sinceramente, estuve sólo cuatro días y ya sentía la necesidad de quedarme a vivir ahí. Fui en temporada baja, así que el pueblo estaba bastante vacío y no tuve que soportar todo el batallón de turistas que asedian la zona en agosto. Es un pueblo tranquilo, pero también tiene una vida nocturna interesante -algún que otro bar musical, cócteles a la orilla del mar-, restaurantes fabulosos y un montón de tiendas adorables. Encantador.
También tuve la oportunidad de visitar Portlligat -escondite de pescadores y famoso por acoger la casa del pintor Salvador Dalí- comer en un libanés atiborrado de obras de arte y surcar las olas a bordo del Sant Isidre, un velero construido en 1925.
Y, a pesar de que mi madera de fotógrafa deja mucho que desear, he querido compartir esta entrada añadiendo pequeñas instantáneas tomadas durante mi viaje, para que os hagáis una idea de la hermosura del lugar. :)
